Hipoacusia y audífonos
¿Qué es la hipoacusia?
Definimos hipoacusia como la pérdida parcial o total de la capacidad de percepción auditiva del ser humano. El nivel de ruido y la audición se miden en decibeles (dB) y según el grado de dificultad la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica las hipoacusias en:
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Leves: déficit de 20 a 40 decibeles. Dificultad para voces tenues y consonantes. Por esta característica, se hace más notoria en idiomas Sajones. Puede requerir audífonos según la necesidad del paciente.
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Moderadas: déficit de 40 a 70 decibeles. Tiene dificultad para comunicarse. Es recomendable el uso de audífonos.
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Severas: déficit de 70 a 90 decibeles. No escucha conversaciones con voz normal, salvo la voz gritada. Requiere audífonos o en algunas circunstancias un implante coclear.
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Profundas o “sordera”: mayor a 90 decibeles. No percibe palabras, solo vibración (sensación táctil). Requiere audífonos muy potentes para obtener algún beneficio, aunque en algunos casos no sea suficiente y por tanto podría ser recomendable un implante coclear.
Según el sitio del sistema auditivo que resulte dañado, las hipoacusias pueden ser clasificadas como:
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Neurosensoriales: cuando se daña la cóclea, el nervio auditivo o el sistema nervioso central.
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Conductivas: cuando se afecta el oído externo o medio (acumulación de cerumen, daño en el tímpano, huesecillos, etc.)
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Mixtas: es una combinación de las anteriores.
La OMS reportó que en el mundo existen 360 millones de personas con déficit auditivo discapacitante. De acuerdo con este informe, el 91% de hipoacúsicos está compuesto por adultos, fundamentalmente de la tercera o cuarta edad. Una de cada tres personas mayores de 65 años padece algún grado de discapacidad auditiva y se sabe que luego de los 75 años, aproximadamente la mitad de los individuos deberían utilizar audífonos para mantener una vida social más plena. Esto se denomina “presbiacusia” y constituye la primera discapacidad sensorial del ser humano según la OMS.
La precocidad diagnóstica de la hipoacusia adquiere especial relevancia en los niños donde el desarrollo cognitivo y de su lenguaje depende fundamentalmente de la función auditiva. La Ley Nacional 25415 de "Detección temprana y atención de la Hipoacusia" dice que todo recién nacido antes del primer mes de vida tiene el derecho de ser estudiado para evaluarse su capacidad auditiva. Según esta ley, debe realizarse el estudio de las “otoemisiones acústicas” que forma parte de la pesquisa de enfermedades del recién nacido.
Al margen de los estudios de rigor, en los lactantes o niños “prelinguales” existen signos de alarma que pueden indicar que el bebé tenga problemas auditivos tales como no reaccionar ante ruidos fuertes, chasquidos o utensilios que caen. También debe alertar la falta del clásico balbuceo del bebé.
En niños más grandes, debe alertar si no responden al nombre, al llamado, o si utilizan el volumen de la televisión muy alto. Es también importante observar si un pequeño presenta dificultades para adquirir el lenguaje. En todos estos casos, se recomienda una consulta especializada que permita detectar la existencia de dificultades auditivas para lo que se puede realizar -luego del examen otorrinolaringológico- una audiometría por el juego o audiometría infantil, las pruebas con juguetes sonoros o bien las evaluaciones objetivas que no requieren la respuesta del pequeño. Existe una batería de exámenes objetivos para determinar la capacidad auditiva de los niños que por su corta edad no pueden condicionarse a las pruebas subjetivas o las que dependan de la respuesta del pequeño.
El tratamiento de las hipoacusias puede ser médico, quirúrgico o mediante la adaptación de prótesis auditivas (audífonos). Una prótesis auditiva está indicada en cualquier tipo de hipoacusia que supere los límites para un normal desenvolvimiento social, aún aquellas que podrían recuperarse con un tratamiento quirúrgico. El médico otorrinolaringólogo está muy capacitado para informarle si es factible el tratamiento quirúrgico, pero la decisión siempre corresponde al Paciente, quien deberá optar por el equipamiento con audioprótesis o la intervención. Por lo general, las hipoacusias neurosensoriales son las más susceptibles a la adaptación protésica mientras que las de transmisión pueden ser objeto de un tratamiento quirúrgico, siempre que como se dijo, el paciente elija esta opción y el caso lo justifique.
Desde una visión meramente estadística, se considera que el 94% de las personas con discapacidad auditiva se beneficiarían con el uso de audífonos. En la actualidad existe una enorme variedad de audífonos. Todos ellos cuentan con una serie de funciones que requieren un minucioso análisis especializado, pues no todos los equipos pueden adaptarse a cada ser humano. Por lo anticipado, se requiere una profunda evaluación de las necesidades del paciente antes de iniciar las pruebas de audífonos. Uno de los aspectos más importantes que preceden a la indicación de audífonos es la “aceptación” del Paciente. No es infrecuente que la discapacidad no sea aceptada por quien la padece, pero además muchos hipoacúsicos rechazan las prótesis pues se sienten disminuidos. Se dice que a los seres humanos les resulta mucho más admisible utilizar anteojos que audífonos. Por tal motivo es importante conversar el tema con un especialista, aclarar las dudas y despejar los prejuicios sobre las prótesis auditivas que en general mejoran sustancialmente la calidad de vida. Más aún aquellas personas que mantienen actividad laboral y pueden beneficiarse en su desempeño.
Una vez que hemos decidido encarar la adaptación de una prótesis, el siguiente paso es considerar si esta adaptación debe ser uni o biaural. En la medida que sea posible debemos considerar la posibilidad de la adaptación en ambos oídos o biaural, pues ello mejorará la localización de la fuente sonora, la inteligibilidad en ambiente ruidoso y en conversaciones grupales. Hay una analogía muy gráfica que compara el equipamiento de audífono en un solo oído con un anteojo de un solo ojo o “monóculo”. Sin embargo la adaptación biaural no se aconseja en todos los casos, particularmente en las siguientes circunstancias: los trastornos centrales auditivos por los que el paciente oye pero no entiende o en la sordera profunda unilateral, cuando uno de los dos oídos tenga muy mala discriminación de palabras. Tampoco se recomienda el equipamiento biaural cuando exista una diferencia auditiva entre ambos oídos de 30 decibeles o superiores, o si hay una diferencia de inteligibilidad de palabras entre ambos oídos de un 15% o más y también cuando exista “diplacusia”, a la que definimos como la percepción de dos sonidos diferentes en ambos oídos en forma simultánea y generada por el mismo estímulo sonoro.
Existen situaciones en las cuales está contraindicada o no es factible la adaptación de una prótesis auditiva convencional. Tal es el caso de las deformidades congénitas y las patologías infecciosas o traumáticas del oído. Para estos casos y en determinados pacientes se pueden indicar equipos de amplificación por vía ósea, que transmiten el sonido a través del hueso craneal directamente a las estructuras del oído interno (cóclea). Existen otras causas que se pueden considerar como contraindicaciones relativas para el uso de audífonos y que deben ser valoradas en cada caso particular por el otorrinolaringólogo, tales como la pérdida súbita o rápidamente progresiva de la audición, si existe vértigo, otalgia o hipoacusia “fluctuante”.
El Audioprotesista es el profesional que tiene los mayores conocimientos sobre el tipo de prótesis que debe adaptarse al paciente, si es retroauricular, intracanal, analógica o digital. Las pruebas que los audioprotesistas realizan son un verdadero arte y deben repetirse para que no existan dudas en el informe enviado al otorrinolaringólogo. Es recomendable realizar varias pruebas de selección con diversos equipos antes de tomar la decisión de adquirirlos. También es importante a la hora de prescribir audífonos no limitarse exclusivamente a factores audiológicos, sino también psicológicos. Es fundamental la motivación y aceptación de la hipoacusia por parte del paciente y realizar una adecuada información sobre las ventajas de una buena adaptación protésica. Es de fundamental importancia el entrenamiento y la logopedia en la rehabilitación auditiva para el tratamiento integral de la hipoacusia. Como todo equipo electrónico, debe realizarse una capacitación para obtener el mejor resultado funcional. El audioprotesista debe “entrenar” al paciente en el uso y los cuidados de su equipo, pero además sería deseable realizar unas sesiones de adiestramiento logopédico con una audióloga autorizada. También es necesario el seguimiento y control de la eficacia del audífono por el audioprotesista, quién debe enviar periódicamente al otorrinolaringólogo su informe para verificar la correcta adaptación protésica a lo largo del tiempo.