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Bruxismo

Tratamiento del bruxismo con Toxina Botulínica

El bruxismo se define como un trastorno caracterizado por la alteración de los movimientos bucales normales, acompañado por otros no funcionales que conllevan apretar y/o rechinar los dientes y contracturas de uno o más grupos musculares que participan en la masticación. La sobrecarga del sistema estomatognático causada por este trastorno tiene efectos perjudiciales sobre los componentes del sistema: dientes, articulaciones temporomandibulares y músculos relacionados.

De hecho, el bruxismo se considera el factor de riesgo más importante en la inestabilidad de la articulación temporomandibular. A su vez, las alteraciones en cualquier parte del sistema suponen la afectación en uno o más músculos de los que intervienen en la masticación. Como consecuencia de todo ello, los pacientes pueden referir dolor más o menos agudo durante el proceso de masticación; pero también dolor crónico, movilidad anormal, además de desgaste y fracaso en las restauraciones odontológicas, como en el caso de los implantes dentales. A la sintomatología anterior cabe añadir dolor orofacial y preauricular, posible limitación de la apertura de la boca; percepción de clics audibles durante la masticación debido al desplazamiento de los discos articulares, cefalea, muchas veces de irradiación atípica y hasta dolor cervical. También hay pacientes que perciben el problema como un trastorno estético y su preocupación se debe más a la forma más cuadrada que presenta la cara.

 

El empleo de toxina botulínica en los músculos masticatorios es un tratamiento tanto sintomático como etiológico destinado a prevenir el desgaste dental y la sobrecarga de la articulación temporomandibular. La aplicación de la toxina botulínica es un procedimiento que se realiza en el consultorio, no requiere anestesia, y presenta mínima molestia.

 

La toxina botulínica induce la relajación muscular en aquellos músculos en los que se aplica; en el caso de los músculos maseteros disminuye la contracción muscular excesiva, tanto en reposo como durante los movimientos de masticación. El efecto clínico de la toxina sobre el bruxismo puede observarse de 5 a 10 días después de la inyección inicial. La duración de sus efectos beneficiosos puede alcanzar hasta 6 meses cuando se realiza el tratamiento por primera vez, y podría ser más duradero si se siguen aplicando nuevas dosis de toxina periódicamente.


Los efectos secundarios que pueden aparecer tras el tratamiento con toxina botulínica en general son leves y siempre transitorios. Pudiendo aparecer debilidad para masticar, dolor en el lugar de inyección, hematoma o inflamación facial, dolor de cabeza, parestesias, cambios en la expresión facial.
No está recomendado el tratamiento con toxina botulínica en pacientes que están embarazadas o en períodos de lactancia. Tampoco es conveniente administrarlo a pacientes con enfermedades neuromusculares como la miastenia gravis o la esclerosis lateral amiotrófica ni en aquellos pacientes en tratamiento con aminoglucósidos u otros fármacos que pueden interferir con la unión neuromuscular. 

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